viernes, 2 de noviembre de 2012

Peña Nieto dará el tiro de gracia

Ahora sólo hace falta el “tiro de gracia” al moribundo, el cual podría
darse con la aprobación y puesta en práctica de las
llamadas “reformas estructurales”
No se necesitó un huracán, como el llamado en Estados Unidos “Frankenstorm”, para que nuestro país haya dejado de crecer en materia industrial como lo venía haciendo hasta 1982. Así lo confirmó el presidente de la Asociación Latinoamericana del Acero, Raúl Gutiérrez Muguerza, quien puntualizó que la desgravación arancelaria a las importaciones de acero provenientes de China, provocó que la industria metalmecánica dejara de crear 43.6 mil empleos formales en 2011.

Afirmó que México vive un proceso de desindustrialización, cuyos efectos más devastadores son la contracción de las inversiones en la cadena productiva del sector, la pérdida de empleos en la industria siderúrgica y la competencia, en condiciones de desigualdad, en el mercado mundial. Como si una mega catástrofe, o una dantesca sucesión de ellas, hubiera destruido todas las empresas acereras del país, dejando en el desempleo a miles de trabajadores.

Ahora sólo hace falta el “tiro de gracia” al moribundo, el cual podría darse con la aprobación y puesta en práctica de las llamadas “reformas estructurales” Ciertamente urgen reformas, pero de carácter integral con objetivos muy concretos: impulsar el crecimiento sostenido, recuperar la capacidad perdida en materia industrial y desarrollo tecnológico, fomentar el empleo con salarios remunerativos, para lo que NO se necesita que inversionistas extranjeros acudan con espejitos a explotar nuestros recursos y llevarse las ganancias, sino racionalidad económica y financiera.

Así lo acaban de confirmar los integrantes del grupo “Hacia un Nuevo Curso de Desarrollo”. Entre otros planteamientos, Cuauhtémoc Cárdenas puntualizó la necesidad de darle a Pemex autonomía presupuestal y de gestión. David Ibarra destacó la necesidad de una reforma hacendaria donde se privilegie la progresividad del impuesto sobre la renta a las personas físicas, y se eliminen subsidios o regímenes tributarios preferentes. Asimismo, “en la medida en que suba el empleo y el crecimiento, se propone elevar el IVA, manteniendo la exención en alimentos y medicinas”.

Que Pemex sigue siendo un vigoroso motor de desarrollo lo ejemplifican sus números: entre enero y septiembre de 2012 generó 720 mil 518.4 millones de pesos en utilidades antes del pago de impuestos, cifra que supera en más de tres veces a las obtenidas en el mismo periodo por todas las empresas privadas que participan con sus acciones en la Bolsa Mexicana de Valores. Las cosas se complican cuando vemos que en ese mismo periodo transfirió al fisco 688 mil 663.2 millones de pesos, o sea 95.5 por ciento de sus utilidades. Aun así, obtuvo ganancias netas por 31 mil 855.2 millones de pesos. ¿Adónde iría el país sin contar ya con la paraestatal, al pasar a manos privadas?

Sería sin duda el fin de una era y la confirmación de que México está supeditado a los dictados de intereses extranjeros, sin posibilidad alguna de recuperar la soberanía perdida. Se ratificaría nuestra condición de sociedad colonizada, con instituciones útiles sólo a los poderes dominantes, que en poco tiempo serían mayoritariamente extranjeros. Se haría realidad el sueño de los porfiristas, quienes miraban a México sólo como una enorme hacienda productora de maíz, frijol, pulque, caña de azúcar y diversos minerales, cuya explotación les permitía vivir holgadamente en el extranjero.

Salvaguardar la soberanía de Pemex no es una cuestión ideológica, como afirman los tecnócratas, sino un asunto prioritario para asegurar el futuro de las nuevas generaciones de mexicanos. Por eso insisten en concretar, “en el primer año de Peña Nieto al frente del Ejecutivo”, las reformas energética y fiscal, “las cuales deberían ir juntas”, según Luis Videgaray. Sería un sueño para la oligarquía que se hiciera realidad tal objetivo: serían dueños de la paraestatal, sin la terrible carga tributaria que debe sobrellevar para evitarle a los grandes capitalistas tener que cumplir sus obligaciones al fisco.

En consecuencia, nada más lejos de la verdad que lo dicho por Enrique Peña Nieto, de que “los valores democráticos por los que luchó Francisco I. Madero, hoy son una realidad en México”. La realidad es todo lo contrario: hoy más que nunca están dadas las condiciones para que la lucha por valores democráticos, en un entorno adverso como el que le tocó vivir al líder de la lucha contra el porfiriato, se dé con la misma firmeza que demostraron los revolucionarios que acompañaron a Madero.

Por eso es una prioridad insoslayable, avanzar en la configuración de un movimiento progresista unido en torno al objetivo fundamental de quitarle a la oligarquía la iniciativa política, que ejerce por medio de una clase burocrática corrupta y cínica. Solo así será factible empezar el proceso que lleve a la democratización del Estado, que permita equilibrios elementales ahora inexistentes, porque la oligarquía ejerce su hegemonía política por medio del predominio sobre los factores de la producción, que pretende apuntalar aún más con una reforma laboral a modo.

RevistaEmet

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